Servicio de Atención al Cliente: 800.5683.4357 o 800.LOVEHELP
Realiza una consulta: 800.4674.4487 o 800.INSIGHTS
Por ejemplo, si llamas desde el Reino Unido, marcarías 00.800.4674.4487.
Si no te encuentras en los países mencionados anteriormente, llama al 215.322.2222, luego marca 0 y habla con un amable representante del Centro de Atención al Cliente.
¿Continuar en español?
Continue in English?
Utilizamos cookies para hacer del sitio web de TuPsiquico un lugar mejor. Las cookies ayudan a proporcionar una experiencia más personalizada e información relevante para ti, y análisis web para nosotros. Para obtener más información sobre nuestro uso de cookies, consulta nuestra
política de privacidad.
Hechos históricos dan origen a la mitología de diosas y dioses griegos; es una narrativa patriarcal que exalta a Zeus y a los héroes; refleja el encuentro y el sometimiento de pueblos que tenían religiones basadas en la madre, por parte de invasores que poseían dioses guerreros y teologías sustentadas en el padre. La “Vieja Europa”, (primera civilización europea), era una cultura “matrifocal”, sedentaria, pacífica, amante de las artes, ligada a la tierra, las cosechas, al mar, y rendía culto a la Gran Diosa, una sociedad no estratificada e igualitaria, que fue destruida por infiltración de pueblos indoeuropeos seminómadas; éstos eran “patrifocales”, móviles, amantes de la guerra, orientados ideológicamente hacia el cielo e indiferentes al arte. Se consideraban a sí mismos como un pueblo superior, por su capacidad para conquistar a los pobladores que rendían culto a la Gran Diosa.
Conocida con muchos nombres –Astarté, Ishtar, Inanna, Nut, Isis, Astoreth, Au Set, Hathor, Nina, Nammu y Ningal, entre otros-, la Gran Diosa era venerada como la fuerza femenina profundamente conectada con la naturaleza y la fertilidad, responsable de la creación y de la destrucción de la vida. La serpiente, la paloma, el árbol y la luna eran sus símbolos sagrados; fue considerada como inmortal, inmutable y omnipotente. Tenía amantes, no para que le dieran hijos, sino por placer. Sucesivas olas invasoras indoeuropeas iniciaron su destronamiento; no fue completamente suprimida, sino incorporada a la religión de los invasores, que impusieron su cultura patriarcal y religión guerrera.
La Gran Diosa se convirtió en la esposa subordinada de los dioses invasores, y los atributos (o el poder que originalmente pertenecían a la divinidad femenina) fueron expropiados y dados a la deidad masculina. En los mitos apareció por primera vez la violación, y los héroes masculinos que mataban serpientes, símbolo femenino. Los atributos y poder que se ponían en una sola Gran Diosa, se fragmentaron entre muchas diosas menores; cada una recibió atributos que en otro tiempo pertenecieron a aquélla: Hera obtuvo el ritual del matrimonio sagrado; Deméter, sus misterios; Atenea, sus serpientes; Afrodita, sus palomas; Artemisa, su función de “señora de las cosas de la naturaleza”.
El destronamiento fue completado definitivamente, después, por las religiones hebrea, cristiana y musulmana, con la deidad masculina como predominante. Las diosas se marchitaron en un segundo plano, siguiéndoles las mujeres en sociedad. Tal vez nos encontremos preguntándonos a nosotras mismas hasta qué punto la supresión de los ritos femeninos ha significado, en realidad, la supresión de los derechos de las mujeres.
La Gran Diosa Madre, venerada entonces como la Creadora y sostenedora de la Vida, responsable de la fertilidad y renovación de la Naturaleza. Aún existe como arquetipo en el inconsciente colectivo (modo de comportamiento universal, en todas partes y en todas las personas, indistintamente de su género biológico). Con la estadía, por 7 años, de Urano en Tauro, la Diosa Madre, creadora de la Vida (Guardiana de la sagrada interioridad humana), ha regresado para restaurar y reordenar la vida sobre la Tierra.